martes, 30 de julio de 2024

Prostatitis: presentación, evaluación, manejo y complicaciones

 

Caso # 1

Varón de 68 años con antecedentes de diabetes mellitus insulinodependiente, hipertrofia prostática benigna (HPB) e hipertensión (HTA) que acude al servicio de urgencias con fatiga, fiebres subjetivas de dos días y disuria. Apoya las mialgias y las molestias lumbares.

Él niega cualquier cirugía, procedimiento o uso de antibióticos recientes. Tuvo un episodio de vómitos no sanguinolentos ni biliosos antes de su llegada. El paciente informa que sus niveles de azúcar en sangre en casa hoy eran 273 y 315. Actualmente se queja de presión en la vejiga y no ha orinado en 6 horas. Está taquicárdico y febril.

¿Qué debe considerar en el diagnóstico diferencial? ¿Qué pruebas debería pedir? ¿Qué estudios de imágenes podrían ser útiles?

Caso # 2

Un hombre de 82 años con antecedentes de HBP, HTA, diabetes, enfermedad coronaria (EC) y vértigo acude al servicio de urgencias con debilidad. Su esposa informa que su urólogo le hizo un procedimiento hace unos días, pero no está segura del nombre. Hoy ha estado vomitando y parece deshidratado.

El paciente ha estado acostado en la cama desde ayer, pero normalmente está bastante activo con un andador. Tienen un gran viaje planeado para mañana y se preguntan si deberían cancelarlo. Los signos vitales incluyen FC 90, TA 105/76, FR 13, temperatura 38,4 C, SatO2 98% en AR.

¿Qué debe buscar en el examen? ¿Qué medicamentos debería indicar? ¿El paciente necesita debe ser internado?


¿Qué es la prostatitis?

La prostatitis se puede dividir en varias subcategorías:

CategoríaDescripción
Prostatitis bacteriana aguda• Síntomas prostáticos severos
• ITU aguda
• Infección sistémica
Prostatitis bacteriana crónica• +/- síntomas de prostatitis
• ITU recurrente por el mismo microorganismo sin duración específica, pero los pacientes típicamente tienen síntomas por 3 meses o más.
Prostatitis crónica / síndrome de dolor pélvico crónico• Negativo para ITU, pero con síntomas de vaciado
• Los síntomas incluyen disfunción sexual, dolor pélvico y dificultades en el vaciado por más de tres meses
• Dividido en las subcategorías inflamatoria y no inflamatoria
Prostatitis inflamatoria asintomática• Inflamación prostática sin síntomas genitourinarios

A los efectos de este artículo, nos centraremos en la prostatitis bacteriana aguda.

Los síndromes de prostatitis son relativamente comunes, especialmente en la población no anciana. La prevalencia estimada de todos los síndromes de prostatitis es del 8,2%. Para los pacientes menores de 50 años, es la afección urológica más común y para los mayores, el tercer diagnóstico más común.

En hombres con al menos un episodio previo de prostatitis, su probabilidad acumulada de tener otro episodio de prostatitis fue del 50% en pacientes de 80 años de edad y aumentó con la edad.  La incidencia exacta y la prevalencia de la prostatitis bacteriana aguda se desconocen en el entorno del servicio de emergencias, pero se estima que la prostatitis bacteriana aguda contribuye al 4-10% de los casos generales de prostatitis observados en la comunidad.

Una de las complicaciones temidas de la prostatitis bacteriana aguda es el absceso prostático, una acumulación localizada de líquido purulento dentro de la próstata. La mayor incidencia de abscesos prostáticos se presenta en hombres de entre 50 y 60 años.

La incidencia de absceso prostático en hombres con VIH asintomático y SIDA es del 3% y 14% respectivamente. Los hombres que se someten a un procedimiento urológico como la biopsia de próstata son otro grupo notable, con aproximadamente el 10% de estos pacientes desarrollando abscesos de próstata.


¿Cómo se genera la prostatitis?

Aunque la próstata tiene mecanismos naturales para ayudar a prevenir infecciones, incluidos los inmunológicos (secreciones antibacterianas) o mecánicos (eyaculación y evacuación para limpiar la uretra prostática), el drenaje insuficiente o el reflujo urinario desde la uretra o la vejiga hacia la próstata pueden causar cálculos, fibrosis o inflamación.

La siembra también puede ocurrir por la inoculación después de procedimientos que involucran la uretra y la próstata.

La prostatitis bacteriana aguda es probablemente causada por una infección urinaria ascendente a los conductos intraprostáticos.

Los organismos implicados en la prostatitis también pueden tener niveles más altos de ciertos factores de virulencia en comparación con la cistitis simple u otras infecciones genitourinarias.


¿Cuáles son los factores de riesgo para desarrollar prostatitis?

CategoríaEjemplo
Infecciones genitourinarias concurrentesCistitis
Uretritis
Epididimitis
Obstrucción mecánica
Anormalidades neurofisiológicas
Estenosis uretral
Fimosis
InstrumentaciónUso crónico de sonda Foley
Cateterismo vesical intermitente
Catéter tipo condón
Biopsia de próstata
Cistoscopía
InmunosupresiónHIV
OtrosCoito anal receptivo

En la literatura se han mencionado otros factores de riesgo: trauma, abstinencia y deshidratación, pero falta evidencia de alta calidad que respalde esto.


¿Qué organismos causan la prostatitis?

De manera similar a infecciones genitourinarias, las bacterias gramnegativas son la causa más común. E. Coli constituye la inmensa mayoría (hasta el 88% de los casos de prostatitis bacteriana aguda). Otras especies de Enterobacteriaceae como Klebsiella y Proteus constituyen aproximadamente el 10-30% de los casos conocidos. Con menos frecuencia, están implicadas Pseudomonas y otros Enterococcus.

También se debe tener en cuenta otros organismos, específicamente los cocos grampositivos como Staphylococcus aureus, ya que los expertos creen que la prevalencia está aumentando. La bacteriemia por infecciones por Staphylococcus aureus puede infectar agudamente la próstata. Esto también debería justificar la investigación de una infección oculta en otra ubicación, como la endocarditis, los tejidos blandos o un catéter vascular.

> Poblaciones especiales

Las personas con procedimientos de próstata recientes pueden tener más probabilidades de ser infectadas por bacterias resistentes a las fluoroquinolonas y Pseudomonas, probablemente debido al uso de antibióticos profilácticos. Chlamydia trachomatis y Neisseria gonorrhoeae también se pueden observar en pacientes sexualmente activos, sin importar la edad del paciente.

Además de los patógenos bacterianos comunes, los pacientes con VIH también pueden tener Salmonella typhi o Neisseria gonorrhoeae. Los viajeros a Asia y Australia pueden tener Burkholderia pseudomallei, que también se ha relacionado con el desarrollo de abscesos prostáticos. Los inmunodeprimidos, como los pacientes con diabetes o VIH, tienen más probabilidades de desarrollar abscesos prostáticos.


Presentación clínica de la prostatitis bacteriana aguda

Clásicamente, los pacientes con prostatitis bacteriana aguda presentarán fiebre y síntomas constitucionales además de molestias urinarias como incontinencia de urgencia o vacilación. También pueden informar orina turbia y dolor genitourinario.

Es posible que otros pacientes simplemente presenten síntomas similares a los de la gripe (náuseas, debilidad, escalofríos), por lo que realizar una buena historia clínica es fundamental para asegurarse de que no se pierda este diagnóstico.

> Examen físico

Al abordar el examen físico en pacientes masculinos con molestias genitourinarias, los médicos deben asegurarse de inspeccionar visualmente el periné y los genitales, palpar masas u otras anomalías y realizar un examen rectal digital.

La próstata suele estar sensible, edematosa y blanda en el tacto rectal, con una sensibilidad del 63,3% y una especificidad del 77,7%. Otras fuentes informan que más del 95% de los pacientes presentan sensibilidad prostática en el examen.

La fluctuación puede sugerir un absceso, con una amplia incidencia del 16-88%. En algunos casos, esto es todo lo que se necesita para establecer el diagnóstico. No se recomienda el masaje prostático, pero la palpación de una próstata suave en sí es generalmente segura.

La palpación del abdomen para investigar la distensión de la vejiga o el dolor a la palpación del flanco también puede ser útil al considerar otros diagnósticos. También puede haber espasmo del esfínter rectal.

> Estudios de laboratorio e imágenes

Aunque definitivamente no es necesario para confirmar el diagnóstico, los pacientes pueden tener leucocitosis y marcadores inflamatorios elevados como VSG o PCR. Actualmente no existen estudios cuantitativos que evalúen su papel en el diagnóstico de prostatitis bacteriana aguda. El PSA sérico generalmente no está disponible en el departamento de emergencias y es de utilidad limitada en la fase aguda de la enfermedad.

El análisis de orina puede ser importante para bacterias y piuria. Los resultados del cultivo del chorro medio miccional junto con la tinción de Gram también son útiles para determinar el microbio responsable. (Asociación Canadiense de Urología: Recomendación de nivel IIA).

Las pruebas de orina antes y después del masaje prostático se han utilizado para diagnosticar la prostatitis crónica, pero el masaje prostático está contraindicado en la prostatitis bacteriana aguda debido a la posibilidad de causar bacteriemia.

Un estudio determinó que la sensibilidad de los nitritos era del 55-58% y la esterasa leucocitaria del 81-83% en pacientes con prostatitis bacteriana aguda. Se debe considerar la realización de pruebas de gonorrea y clamidia en pacientes sexualmente activos. A menos que los pacientes tengan valvulopatías, sospecha de endocarditis o sepsis, los hemocultivos de rutina no son necesarios.

En pocas palabras: ¡La prostatitis es un diagnóstico clínico! El análisis y el cultivo de orina pueden ser negativos, así que asegúrese de considerar un cuadro clínico más amplio.

Los estudios de imágenes no suelen ser necesarios a menos que exista una alta sospecha de absceso prostático o el paciente sea de alto riesgo, siendo la ecografía y la TC las posibles modalidades de imagen (Asociación Urológica Canadiense: Recomendación de nivel IIIB / IIA).

Ecografía transrectal se recomienda de primera línea como una modalidad de imagen barata en comparación con otras alternativas, con una sensibilidad del 80-100% para los abscesos prostáticos.

Sin embargo, esta modalidad está contraindicada en pacientes con dolor intenso, fístulas y hemorroides severas. Este enfoque también tiene el beneficio de una intervención terapéutica como la aspiración con aguja, con una serie de casos que informa una tasa de éxito del 86%.

La tomografía computada con y sin contraste intravenoso puede ser útil para determinar la extensión de la enfermedad, es decir, en relación con la diseminación necrotizante y es la modalidad de imagen preferida para evaluar abscesos prostáticos enfisematosos.

No existen estudios recientes que evalúen la sensibilidad y especificidad de la TC en el diagnóstico de prostatitis o abscesos prostáticos. Aunque la resonancia magnética tiene una sensibilidad más alta que la tomografía computada, no se ha demostrado que sea mejor que la ecografía transrectal.


Complicaciones

Además de la endocarditis, la epididimitis, una mayor propagación de la infección a los espacios óseos o articulares y el desarrollo de una prostatitis crónica, una de las complicaciones más graves de la prostatitis aguda es un absceso prostático. En las imágenes de TC, los abscesos prostáticos aparecen como acumulaciones de líquido que no realzan. Los abscesos prostáticos aparecerán como áreas anecoicas o hipoecoicas en la ecografía transrectal.

Es posible que se requiera una evaluación urológica para un posible drenaje del absceso si el absceso prostático continúa después de al menos una semana de antibióticos, en ciertos pacientes refractarios o en aquellos que han fallado el tratamiento.

La retención urinaria aguda es una complicación conocida de la prostatitis aguda. Algunas fuentes recomiendan renunciar a la inserción del catéter de Foley a favor del cateterismo suprapúbico debido al riesgo potencial de ruptura del absceso o shock séptico. Otros recomiendan una caterización única con una prueba de micción o una sonda foley uretral de pequeño calibre a corto plazo. Se recomienda la consulta con urología.


Diagnóstico diferencial

Quizás el diagnóstico alternativo más importante es una ITU. Recuerde que la instrumentación a través de un procedimientos recientes o anomalías anatómicas como la estenosis o la HPB pueden predisponer a las personas a desarrollar infecciones urinarias y, por lo tanto, prostatitis.

Los pacientes que no responden al tratamiento de la cistitis aguda deben ser evaluados por una posible prostatitis. Si bien los pacientes con HPB pueden informar síntomas urinarios, no deben tener fiebre u otros hallazgos infecciosos en su evaluación de laboratorio. La sensibilidad de la próstata puede ayudar a diferenciar la prostatitis de otros diagnósticos como la epididimitis o la uretritis.


Manejo y tratamiento

El pilar del tratamiento de la prostatitis bacteriana aguda no complicada son los antibióticos.

¿Cuándo debe internarse a los pacientes?

Los pacientes sin hallazgos de inestabilidad hemodinámica, sospecha de sepsis inminente, comorbilidades importantes y tolerancia a la medicación oral pueden tratarse de forma segura como pacientes ambulatorios con seguimiento urológico ambulatorio.

Los pacientes que no sean fiables, sin un buen seguimiento o con alta sospecha de bacteriemia deben ser internados. Finalmente, los pacientes que desarrollen retención urinaria aguda deben ser monitoreados de cerca ya que pueden requerir un cateterismo vesical y una posterior hospitalización.

¿Cuál es el mejor antibiótico para usar?

Aunque no existen pruebas de ensayos comparativos, se deben tener en cuenta los patrones de resistencia local y los antibiogramas. La trimetoprima-sulfametoxazol no debe usarse como agente de primera línea si la resistencia regional a E. Coli es superior al 10-20%.

Las fluoroquinolonas tienen tasas de curación más altas, pero considere los efectos secundarios y las posibles reacciones adversas en sus pacientes. Elija el tratamiento basándose en el organismo más probable, lo que para la mayoría de las personas significa que la cobertura de gramnegativos es clave.

Régimen antibiótico
Pacientes ambulatorios• Trimetoprima-sulfametoxazol (DC) VO cada 12 horas*
• Ciprofloxacina 500 mg VO cada 12 horas
• Levofloxacina 500 mg VO cada 24 horas
Sexualmente activos​• Ceftriaxona 250 mg IM x 1 dosis + doxiciclina 100 mg VO dos dosis diarias por 14 días
Pacientes hospitalizados• Ciprofloxacina 400 mg IV dos veces al día o levofloxacina 750 mg IV por día +/- gentamicina o tobramicina 5 mg/kg IV al día
• Betalactámico (ej. Piperacilina/tazobactam 4,5 g IV cada 6 horas o ceftazidima) +/- gentamicina IV o tobramicina 5mg/kg IV por día
Fluoroquinolona-resistentes• Ertapenem 1 g IV por día
• Ceftriaxona 1 g IV por día
• Imipenem 500 mg cada 6 horas
• Tigeciclina 100 mg IV x 1 dosis, luego 50 mg cada 12 horas
Bacteriemia o
absceso prostático
• Ciprofloxacina 400 mg IV dos veces al día
• Levofloxacina 500 mg IV cada 24 horas
• Ceftriaxona 1-2 g IV por día + levofloxacina 500-750 mg
• Ertapenem 1 g IV por día
• Piperacilina-tazobactam 3,375 g IV cada 6 horas

Considere agregar un aminoglucósido si el paciente tomó antibióticos recientemente o parece estar séptico. Se han revisado tetraciclinas y macrólidos en la literatura, con un éxito limitado en comparación con los agentes mencionados en el cuadro.

Existe cierta controversia con respecto a la duración ideal de la terapia, con fuentes que van desde dos a seis semanas. Clínicamente, los pacientes deben comenzar a sentirse mejor con la remisión de la fiebre y la disuria dentro de la primera semana de tratamiento con antibióticos.


Otras Consideraciones

Los pacientes que nunca han usado alfabloqueantes y que han sido diagnosticados recientemente con prostatitis bacteriana aguda pueden tener una mejoría sintomática al agregar estos a su régimen de tratamiento. Aunque la literatura urológica sostiene que los alfabloqueantes pueden mejorar los síntomas del paciente para todos los tipos de prostatitis, esto se basa en diferentes niveles de evidencia.

No existen ensayos específicos relacionados con la prostatitis bacteriana aguda y los datos son limitados. Otras decisiones sobre qué alfabloqueantes y a qué dosis se pueden tomar en conjunto con el servicio de urología. Los AINE también pueden ser de alguna utilidad.


Caso # 1

El examen físico del paciente se destaca por la sensibilidad de la próstata y la sensibilidad suprapúbica a la palpación. No tiene dolor a la palpación del ángulo costovertebral, lo que hace menos probable la pielonefritis. No tiene dolor testicular, lo que hace menos probable la epididimitis y la torsión. No presenta soplos, roces ni galope en el examen cardíaco, lo que hace menos probable la endocarditis o la enfermedad valvular.

Después de solicitar un análisis de orina con cultivo reflejo, hemograma completo, panel metabólico básico, se realiza una ecografía que muestra > 500 ml de orina. Después de hablar con Urología, se coloca un pequeño catéter de Foley uretral con resolución de la obstrucción. Urología recomienda ingresar al paciente y monitorizar la mejoría clínica durante 24 horas antes de solicitar una nueva ecografía. El paciente comienza con piperacilina/tazobactam y gentamicina y mejora poco después.

Caso # 2

En el examen, el paciente vomita activamente. Tiene membranas mucosas secas, pero sin molestias abdominales generalizadas. Tiene una gran sensibilidad a la palpación de la próstata sin sangre macroscópica u otra anomalía. Sus pulmones están limpios y no tiene hallazgos en la piel que sugieran infección. Debido a la preocupación por sepsis, se ordenan hemograma completo, panel metabólico básico, lactato, hemocultivos, análisis de orina con antibiograma y reposición de fluidos.

El paciente comienza empíricamente con ertapenem y se ordena una tomografía computada para evaluar un posible absceso prostático. Después de la reanimación, la condición del paciente mejora y, afortunadamente, el estudio de imagen no muestra acumulación de líquido. Se consulta a Urología sobre el paciente y se lo ingresa en el servicio de clínica médica.


   Puntos clave

  • La prostatitis puede ser difícil de diagnosticar, complete una historia y un examen centrados pero completos. La clave para el diagnóstico es considerar la enfermedad. La sensibilidad durante el tacto rectal ayuda a hacer el diagnóstico definitivo de prostatitis.
     
  • Los pacientes con instrumentación reciente, inmunodepresión, diabetes o anomalías anatómicas tienen un mayor riesgo de prostatitis.
     
  • Los pacientes con sepsis, seguimiento deficiente, retención urinaria aguda o sospecha de otras infecciones como endocarditis deben ser internados.
     
  • La ecografía o la tomografía computada se pueden utilizar para evaluar la presencia de un absceso prostático, lo que debe considerarse en pacientes que no mejoran sintomáticamente con el tratamiento antibiótico.
     
  • E. Coli es la causa más común. Considere la posibilidad de cubrir los organismos grampositivos en pacientes con sospecha de endocarditis, anomalías valvulares u otra infección concurrente.

Infección Urinaria

 Autor/a: Dr. Horacio Lopez, Dra. Teresa Zitto y Dra. Clarisa Bresso. 

Las infecciones urinarias (IU) son la causa más frecuente de las infecciones bacterianas. Pueden ocurrir en niñas, mujeres sexualmente activas, hombres con hipertrofia prostática y ancianos. La mayoría de estas infecciones afectan al sexo femenino; se calcula que entre el 10 y el 20% de las mujeres padece algún episodio de infección urinaria en su vida y, de ellas, una gran proporción presenta formas recurrentes.
Para un adecuado manejo de la infección urinaria (IU) es importante considerar en cada paciente las siguientes condiciones: edad, embarazo, enfermedades asociadas, anomalías de las vías urinarias, infección intra o extrahospitalaria, instrumentación urológica previa, número de episodios previos de infecciones urinarias, forma clínica de presentación. 
 
Terminología
 
La IU puede manifestarse por compromiso de la vejiga (cistitis), del parénquima renal (pielonefritis) o estar limitada a la presencia de bacterias en la orina sin evidencias clínicas de infección (bacteriuria asintomática).
Las IU pueden presentarse por primera vez o ser recurrentes. Se define como infección urinaria recurrente a la presencia de dos o más episodios en los últimos seis meses, o tres o más en el último año. Las recurrencias pueden ser producidas por el mismo microorganismo que estaba presente antes del iniciar el tratamiento, debido a su persistencia en el aparato urinario (recaídas) o presentarse como reinfecciones, donde por lo general el microorganismo responsable es diferente de la bacteria infectante original; en ocasiones puede producirse por el mismo tipo de microorganismo que puede haber colonizado  la vagina o las heces.
Las infecciones urinarias no complicadas se producen por lo general en pacientes sin alteraciones estructural ni funcional de los riñones y las vías urinarias. En cambio, en aquellos pacientes con este tipo de alteraciones o deterioro de la inmunidad local o general se ve favorecido el desarrollo o persistencia de infecciones urinarias complicadas.
 
Patogenia
 
Las IU son el resultado de la interacción de la virulencia bacteriana y de los factores biológicos y de conducta del huésped. Hay tres mecanismos posibles a través de los cuales los microorganismos pueden invadir y diseminarse dentro de las vías urinarias:

§         vía ascendente: es la vía de acceso más importante. En condiciones normales la uretra está colonizada por bacterias; la uretra femenina es corta y muy cercana a las zonas húmedas y cálidas de la región vulvar y perianal posibilitando así la contaminación.
§         vía hemática
§         vía linfática
 
Agentes etiológicos 
        
Más del 95% de las infecciones de las vía urinarias es causada por una sola especie bacteriana.
Escherichia coli : es el microorganismo más frecuente en la infección aguda.
En las infecciones recurrentes del aparato urinario, especialmente en presencia de anomalías estructurales (uropatías obstructivas, anomalías congénitas, vejiga neurogénica, fístulas), la frecuencia de infecciones por Proteus sp., Pseudomonas sp., Klebsiella sp. y especies de Enterobacter, así como por enterococos y staphylococcus sp., aumenta considerablemente.
Dado que la instrumentación y las series reiteradas de tratamiento antibiótico son frecuentes en estos pacientes, pueden observarse microorganismos resistentes.
Otros agentes etiológicos pueden hallarse en orina de pacientes en circunstancias clínicas específicas; es el caso de hongos (en particular especies de Candida ) que se aíslan de pacientes con catéteres permanentes que reciben tratamiento antimicrobiano. Staphylococcus saprophyticus tiende a causar infecciones en mujeres jóvenes en edad sexualmente activas. Gardenerella vaginalis se aísla con frecuencia en la orina de mujeres con síntomas de IU o sin ellos, pero su papel patogénico es incierto; Ureaplasma urealyticum y son causas probables pero no comprobadas de pielonefritis y Mycoplasma hominis cistouretritis.  
 
Formas de presentación clínica

 
Infección Urinaria no complicada
 
§Cistitis Aguda

Los síntomas de afectación de las vías urinarias inferiores son el resultado de la irritación de la mucosa uretral y vesical producida por los microorganismos, causando disuria, polaquiuria, urgencia miccional y a veces dolor a la palpación suprapubiana. En ocasiones, la orina es hemorrágica a nivel macroscópico o presenta un tinte sanguinolento al final de la micción; la fiebre es inusual y rara vez hay síntomas sistémicos.
Usualmente la cistitis no se asocia a anormalidades anatómicas o funcionales del tracto urinario.
 
§ Pielonefritis Aguda
           
Las manifestaciones comunes de infección de las vías urinarias superiores son fiebre (a veces con escalofríos), dolor en flancos espontáneo y a la palpación, acompañados por disuria, polaquiuria y urgencia miccional.  En ocasiones, los síntomas de las vías urinarias inferiores anteceden a la aparición de fiebre y dolor lumbar en 1 ó 2 días.         
Estos síntomas descriptos son característicos, aunque pueden variar en intensidad; la pielonefritis puede tener manifestaciones clínicas proteiformes tanto en adultos como en niños.
La pielonefritis hace referencia a la inflamación del parénquima renal, pelvis y cálices, generalmente por ascenso de bacterias desde el tracto urinario inferior y menos frecuentemente por vía hemática. Entre los factores que favorecen el desarrollo de pielonefritis se destacan la diabetes mellitus y las alteraciones del árbol urinario.
 
Infección Urinaria Recurrente         
        
Una de cada cinco mujeres con cistitis desarrolla IU recurrente, con una frecuencia de 3 a 6 episodios anuales que alternan con períodos libres de infecciones de alrededor de un año.
Las reinfecciones (IU recurrentes producidas por diferentes gérmenes) constituyen el 80 a 90% de las IU recurrentes en la mujer y se relacionan con gérmenes Gram negativos aeróbicos de la flora colorrectal que migran hacia la uretra. En muchos casos hay una clara asociación entre relaciones sexuales y el desarrollo posterior de IU; el uso de diafragma o espermicida parece ser un factor condicionante. Es infrecuente que sean motivadas por alteraciones urológicas.
Las recaídas (IU recurrentes donde el microorganismo implicado es generalmente el mismo) se asocian en el 80% de los casos con infecciones altas que no fueron diagnosticadas y habitualmente se producen dentro de las dos semanas de finalizado el tratamiento antibiótico. Este tipo de IU recurrentes sí puede estar asociada a anormalidades urológicas.
 
Infecciones Urinarias Complicadas
 
Las infecciones urinarias complicadas son las que se presentan en pacientes con alteraciones funcionales o estructurales del aparato urinario. Estas pueden con más probabilidad causar daño renal grave y aumentar la mortalidad. Tienen más riesgo de infección por microorganismos resistentes, mayor falla terapéutica cuando se trata por períodos cortos (<7 días), se requieren más estudios de laboratorio y cultivos y a veces se debe evaluar la necesidad de realizar estudios complementarios.
El embarazo, la edad mayor a 60 años, la diabetes mellitus, la hospitalización, el inmunocompromiso y la instrumentación urológica, entre otros factores, aumentan la posibilidad de tener una IU complicada.
 
Bacteriuria asintomática 
        
Se considera bacteriuria asintomática cuando hay más de 105 ufc/ml en dos muestras de urocultivo y en ausencia de síntomas.
En la mayoría de los casos aparece en mujeres mayores de 65 años, o bien cuando existen anomalías urinarias y catéteres vesicales; el 5% de las niñas en edad escolar pueden padecer este tipo de IU. Aunque después del tratamiento puede haber curación, la recaída y sobre todo la reinfección son frecuentes.
Dentro de las distintas formas de bacteriuria asintomática se destacan:
- Bacteriuria asintomática persistente: es la más frecuente y reaparece al finalizar el tratamiento.
- Bacteriuria asintomática transitoria: responde a breves cursos de tratamiento.
Bacteriuria asintomática asociada a alteración de las vías urinarias.

La bacteriuria asintomática no requiere tratamiento, excepto en niños, mujeres embarazadas, diabéticos y pacientes que van a ser sometidos a procedimientos urológicos. Tampoco se recomienda el tratamiento si los pacientes asintomáticos tienen sonda vesical. En presencia de litiasis, la bacteriuria es muy difícil de eliminar, por lo que sólo se recomienda el tratamiento frente a casos sintomáticos o cuando los cálculos son de estruvita o están asociados a bacterias que desdoblan la urea, como Proteus mirabilis . 
 
Situaciones especiales
 
§ Infección urinaria en el embarazo
        
La bacteriuria asintomática se observa en el 4 al 7% de las mujeres embarazadas y su presencia predispone al desarrollo de pielonefritis en el tercer trimestre, aumentando el riesgo de parto prematuro y bajo peso del recién nacido.
La prevalencia de bacteriuria aumenta con el número de embarazos, la edad, la actividad sexual, la diabetes mellitus, en mujeres con el rasgo genético de la drepanocitosis y en las que presentan antecedentes de infecciones urinarias.
Dado que se demostró que el screening y el tratamiento de la bacteriuria asintomática previenen la pielonefritis, se recomienda realizar un urocultivo en forma rutinaria durante el primer trimestre del embarazo y tratar a las pacientes con bacteriuria; el objetivo es mantener la orina estéril durante toda la gestación y evitar así las complicaciones asociadas.
 
§ Infección urinaria asociada a catéteres vesicales

La colonización uropatógena progresiva de la uretra en los pacientes cateterizados especialmente en mujeres, precede a la bacteriuria por la misma cepa en hasta dos tercios de los pacientes con algún tipo de catéter urinario; esta constituye la puerta de entrada en el 80% de los episodios de bateriuria en las mujeres y el 30% en los hombres.
La mayoría de los microorganismos que producen bacteriuria asociada con el catéter son de la propia flora colónica del paciente; pueden ser nativos o exógenos desde el ambiente hospitalario.
La duración del cateterismo es el factor de riesgo más importante para el desarrollo de bacteriuria asociada con el catéter.
La mayoría de los episodios de bacteriuria asociados a cateterismo breve (2 a 4 días de duración) son asintomáticos. En cuanto al cateterismo prolongado (indicado en pacientes con obstrucción urinaria), la duración del catéter varía entre meses y años, y las complicaciones de la bacteriuria en estos casos se asocia con las IU sintomáticas, a veces mortales, y las alteraciones funcionales y estructurales secundarias (obstrucción, litiasis, neoplasias).
 
Métodos de diagnóstico
 
Diagnóstico de laboratorio:

 
El examen microscópico de orina es el primer paso del diagnóstico de laboratorio de la infección de las vías urinarias. Una muestra de chorro medio de la orina tomada en condiciones estériles se centrifuga durante cinco minutos y luego el sedimento se examina a gran aumento; el hallazgo de 5 a 10 leucocitos por campo de gran aumento constituye el límite superior de lo normal; aunque la presencia de piuria se considera inespecífica, la inmensa mayoría de los pacientes con infección sintomática tiene piuria. La coloración de Gram de una muestra no centrifugada es una forma fácil, rápida y confiable de detectar cantidades significativas de microorganismos; la ausencia de bacterias en varios campos en una muestra del sedimento teñido indica la probabilidad de que haya menos de 104 bacterias/ml.

Además, es conveniente realizar la determinación de pH y la densidad de la orina, como así también establecer la presencia de eritrocitos, cilindros leucocitarios o proteinuria.

Existen, además, pruebas de screening para detectar la bacteriuria.

§         Prueba de reducción de nitritos por las bacterias presentes en la orina: sensibilidad del 70-90% y especificidad del 90-100%; los falsos negativos son frecuentes y pueden deberse a poliuria o por infecciones por bacterias nitrito negativas como enterococo, Staphylococcus saprophyticus , Acinetobacter o Pseudomonas sp..
§         Detección de esterasas leucocitarias (enzimas que no están presentes en suero, orina o riñón): sensibilidad y especificidad similar al método anterior.
         El siguiente paso en el diagnóstico de las IU  es el urocultivo, donde un recuento de más de 105 ufc/ml de orina se correlaciona con infección en la mayoría de los casos. Para aquellos pacientes sintomáticos, frecuentemente se aceptan recuentos menores: 104 ufc/ml en caso de pielonefritis y 103 ufc/ml para pacientes con cistitis.
El urocultivo puede tener resultados falsos positivos y negativos que es necesario considerar:
§         Falsos positivos:
-  contaminación con la secreción vulvovaginal
-  orina mal conservada (no refrigerada)
-  contaminación de los antisépticos utilizados al tomar la muestra
-  errores de laboratorio
 
§         Falsos negativos:
          -  tratamiento antibiótico previo
          -  arrastre de los antisépticos durante la higiene
          -  obstrucción urinaria completa
          -  lesión renal localizada y no comunicante
          -  orina con pH <5 o >8.5
          -  densidad urinaria <1.003
          -  gérmenes inusuales que requieren medios especiales de cultivo.
  
Diagnóstico por imágenes 
        
Los pacientes adultos con infecciones urinarias no complicadas no requieren estudios radiológicos. Estos son útiles cuando el diagnóstico está en duda, en huéspedes inmunocomprometidos, en aquellos que no mejoran con tratamiento adecuado o cuando se sospechan complicaciones.
La IU en el varón debería evaluarse con pruebas de imagen; sin embargo éstas suelen ser normales en varones jóvenes con algunos de los siguientes factores de riesgo de IU: ausencia de circuncisión, pareja sexual con infección urinaria recurrente por bacilos gramnegativos, homosexualidad o SIDA.
La evaluación radiológica se inicia con una radiografía simple de abdomen  para detectar litiasis en el aparato urinario, calcificaciones, masas en tejidos blandos y presencia de gas.
La ecografía constituye un método rápido, no invasivo y económico para evaluar el sistema. La tomografía axial computada para el diagnóstico de abscesos renales o perirrenales, es la técnica más sensible y algunos autores la consideran de elección.        
 
Tratamiento
 
Tratamiento inespecífico
        
Hidratación: algunos autores recomiendan el aumento de la ingesta de líquidos como parte del tratamiento de la IU basándose en que la hidratación produce rápida dilución de las bacterias y eliminación de la orina infectada de la vejiga por vaciado frecuente. Otros relacionan la hidratación abundante con un efecto perjudicial, ya que la mayor producción de orina genera la dilución de sustancias antibacterianas presentes en la orina, así como concentraciones urinarias bajas de agentes antimicrobianos.
 
pH urinario: el nivel del pH urinario afecta la actividad antibacteriana de muchos agentes antimicrobianos utilizados en el tratamiento de las IU, ya que la mayoría actúa adecuadamente a niveles de pH urinario habituales. Para acidificar la orina es necesario modificar la dieta por restricción de agentes que tienden a alcalinizarla, mediante el agregado de leche, jugo de frutas y bicarbonato de sodio.
 
Analgésicos: la disuria producida por infección del aparato urinario en general responde con rapidez al tratamiento antibiótico y no requiere analgesia local. En caso de dolor en flancos pueden utilizarse analgésicos sistémicos.
 
Tratamiento antimicrobiano
        
Infección de las vías urinarias inferiores no complicada (cistitis)

§  Tratamiento convencional:
Anteriormente, se recomendaban 7 a 10 días de tratamiento de rutina para los pacientes con síntomas de las vías inferiores. Sin embargo, en los últimos años, se evidenció que la mayoría de las mujeres con estas infecciones sólo tienen compromiso de la mucosa superficial y pueden curarse con series más cortas.
 
§  Tratamiento corto:
Un curso de tratamiento antibiótico corto de 3 días asegura ventajas en la administración, mejor cumplimiento terapéutico, genera menos resistencia en la flora bacteriana periuretral y vaginal, origina menos efectos adversos y es de menor costo.
Los agentes preferidos son trimetoprima-sulfametoxazol (un comprimido de doble concentración dos veces por día), norfloxacina (400 mg dos veces por día), ciprofloxacina (500 mg dos veces por día) y otras quinolonas.
El tratamiento corto no se recomienda en hombres. Tampoco es apropiado para mujeres con antecedentes de IU causada por microorganismos resistentes a antibióticos o más de 7 días de síntomas. En estos casos de debe realizar un tratamiento de 7 a 10 días.
La recaída, luego de un tratamiento antibiótico corto, debe hacer sospechar la existencia de una infección alta y requiere un nuevo tratamiento antibiótico prolongado.
 
Pielonefritis aguda no complicada
        
Los pacientes con severo compromiso del estado general deben hospitalizarse y recibir tratamiento parenteral, al igual que aquellos pacientes con enfermedad leve a moderada pero que presentan náuseas o vómitos que impidan el tratamiento oral.
Debido a la resistencia creciente de Escherichia coli a la ampicilina y trimetoprima-sulfametoxazol, los agentes antimicrobianos que se recomiendan en la actualidad son cefalosporinas de primera y segunda generación, ciprofloxacina o aminoglucósidos, durante 7 a 10 días.
La persistencia de síntomas y de microorganismos luego de 48-72 horas del inicio del tratamiento, o la recaída de la infección dentro de las dos semanas de finalizado el mismo, deben hacer sospechar la existencia de litiasis de las vías urinarias, siempre que se descarte la resistencia bacteriana a los antibióticos utilizados.
 
Infecciones urinarias recurrentes

Las recaídas, sobre todo en ausencia de anomalías estructurales, pueden relacionarse con una infección renal que puede requerir tratamiento más prolongado:
- En el caso de pacientes que recaen luego de un curso corto de 3 o de 7 días de terapéutica, debe considerarse un tratamiento de 2 semanas.
- En los casos que recaen después de 2 semanas de antibioticoterpia debe considerarse un nuevo tratamiento de 2 semanas. Si se presenta otra recidiva realizar de 4 a 6 semanas de tratamiento (en hombres, primero descartar una prostatitis bacteriana crónica).
- Si la recidiva se produce luego de un tratamiento de 6 semanas puede administrarse una terapéutica que dure 6 meses o aún más.
        
En los tratamientos a largo plazo el objetivo es lograr la supresión continua de la bacteriuria durante todo el tratamiento; todos los pacientes se siguen con urocultivos al menos una vez por mes mientras dure el mismo.
La infección en presencia de obstrucción es probable que esté asociada con compromiso renal, tendencia al deterioro funcional renal y la bacteriemia. Las lesiones obstructivas pueden corregirse mediante cirugía.
En las reinfecciones se trata cada episodio como una infección sintomática nueva. En las mujeres con IU de las vías inferiores se utilizan tratamientos cortos y pueden manejarse con autoadministración del tratamiento al aparecer los síntomas.
Las reinfecciones frecuentes en las mujeres, se asocian muchas veces con la actividad sexual.  Un método eficaz en estos casos es administrar en forma profiláctica una sola dosis de antimicrobiano (trimetoprima-sulfametoxazol o ciprofloxacina) después del coito.
La quimioprofilaxis a largo plazo en las pacientes sin episodio desencadenante parece disminuir la frecuencia de las reinfecciones y la sintomatología; debe considerarse en pacientes asintomáticos y con riesgo de desarrollar daño del parénquima renal con cada infección.
Los fármacos utilizados en estos casos son trimetoprima-sulfametoxazol (40mg de trimetoprima y 200 mg de sulfametoxazol) o nitrofurantoína (50 mg), debido al bajo costo y a las escasas probabilidades de generar la aparición de cepas resistentes con el uso prolongado. En estas pacientes se deben realizar urocultivos de control una vez por mes o más frecuentes si aparecen síntomas, y la profilaxis se continúa sólo si el paciente persiste abacteriúrico.
 
Infección urinaria complicada y/o nosocomial
        
En las IU complicadas y hospitalarias se recomiendan cefalosporinas de tercera o cuarta generación, carbapenemes, quinolonas o aminoglucósidos, solos o combinados, durante 7 a 14 días. Cuando se conoce el perfil de sensibilidad del germen, el tratamiento se ajusta al mismo y se puede utilizar la vía oral una vez obtenida la respuesta clínica.
 
Bacteriuria asintomática
        
El enfoque de la bacteriuria asintomática depende de la edad del paciente. En niños debe administrarse tratamiento como en la infección sintomática. En las mujeres embarazadas se deben elegir regímenes no tóxicos.
        
No hay urgencia de tratar la bacteriuria asintomática; lo ideal es demorar el tratamiento hasta que se hayan obtenido dos urocultivos para confirmar la presencia de bacteriuria, así como definir la identidad y el patrón de sensibilidad antimicrobiana del microorganismo infectante.
 
Infección urinaria en el embarazo
       
Para el tratamiento de la IU durante el embarazo se utilizan preferentemente antibióticos betalactámicos y nitrofuranos. La IU alta se trata durante 7 a 10 días. Tanto para la IU baja como para la bacteriuria asintomática se utiliza como tratamiento de primera elección el régimen de 3 días.
       
Puede lograse una profilaxis prolongada de IU recurrentes durante el embarazo mediante el tratamiento poscoito, consistente en una sola dosis oral de nitrofurantoína (50 mg) o cefalosporinas de primera generación (250 mg).
         
No utilizar durante la gestación quinolonas, aminoglucósidos ni tetraciclinas.
Es importante recordar que deben obtenerse urocultivos 1 a 2 semanas después de suspender el tratamiento y con intervalos regulares durante el resto de la gestación. Si la bacteriuria recidiva, debe administrarse tratamiento para la recaída o la reinfección. Evitar el cateterismo durante el parto.

Mecanismos genéticos y moleculares de la poliquistosis renal

Autor/a: Dr. Wilson PD Int J Biochem Cell Biol. 2004 Oct;36(10):1868-73. 

El riñón poliquístico, más correctamente llamado poliquistosis renal, es la principal causa de insuficiencia renal terminal y una indicación frecuente de diálisis y trasplante renal. Recientes investigaciones descubrieron nuevos mecanismos que inciden sobre la causa y el pronóstico de esta enfermedad y sugieren nuevos enfoques terapéuticos. La poliquistosis renal se puede presentar como una malformación del desarrollo o aparecer en la edad adulta (forma adquirida), pero en ambos casos es hereditaria.


Las variedades de poliquistosis renal son: la autosómica dominante, la recesiva, la nefronoftisis y la enfermedad quística medular. Cada uno de estos tipos tiene su propio período de inicio, síntomas y grado de progresión hacia la insuficiencia renal terminal. También se identificaron los genes responsables en cada uno de estos tipos.

Poliquistosis renal autosómica dominante

La poliquistosis renal autosómica dominante es la más común dentro de estas patologías, ocurre en 1 de cada 800 nacimientos y es la causa de hemodiálisis en el 10% de los pacientes dializados. Los avances de la medicina molecular permitieron detectar dos tipos de poliquistosis renal autosómica, el tipo I, que abarca más del 90% de los casos y es causado por mutaciones del gen PKD1 y, el tipo II causado por mutaciones del gen PKD2.

Estos genes expresan las proteínas policistina 1 y 2, respectivamente, a nivel del epitelio de los túbulos renales. La policistina 1 es un receptor de membrana que se une e interactúa con numerosas proteínas, hidratos de carbono y lípidos, generando respuestas a través de vías fosforilativas. La policistina 2 actúa como un canal de pasaje de calcio. Las características fisiológicas y patológicas de ambos tipos de poliquistosis renal son semejantes, excepto que el tipo II tiene un comienzo más tardío y una progresión más lenta hacia la insuficiencia renal.

Los riñones de la poliquistosis renal autosómica están enormemente aumentados de tamaño, los pacientes suelen ser hipertensos, presentan hematuria, poliuria, lumbalgia y son propensos a infecciones renales y litiasis. Los quistes se originan en cualquier segmento del nefrón como una protrusión o divertículo del epitelio y el quiste queda unido al túbulo por un segmento estrecho y prácticamente cerrado (Figura). El número de quistes puede ser de centenas o miles y estos pacientes también pueden tener quistes hepáticos y pancreáticos. Tienen además una mayor tasa de aneurisma aórtico, valvulopatías cardiacas y aneurismas cerebrales.

Poliquistosis autosómica recesiva

Es mucho más rara que la anterior y a menudo causa muerte fetal o neonatal debido al enorme agrandamiento de los riñones y el desarrollo incompleto o hipoplasia pulmonar. Los supervivientes desarrollan insuficiencia renal y fibrosis hepática. En el ámbito histológico la lesión se ubica en los túbulos colectores que sufren una gran dilatación y mantienen su conexión con el túbulo (Figura).


Figura. La figura de la izquierda corresponde a un nefrón normal. La figura del centro representa a un nefrón con poliquistosis autosómica dominante, mostrando múltiples quistes de distintos tamaños que se originan como expansiones del túbulo renal al cual los une un pedículo que generalmente se oblitera. La figura de la derecha corresponde a un nefrón con poliquistosis autosómica recesiva, mostrando una gran dilatación quística del tubo colector.

Nefronoptisis familiar

Esta enfermedad es hereditaria y de carácter recesivo y se caracteriza por mutaciones de genes identificados como NPH1, NPH2 y NPH3. En este tipo de poliquistosis, los riñones están atróficos y los quistes se localizan en la médula. El paciente tiene pérdida de sodio, retardo del crecimiento, anemia, poliuria e insuficiencia renal progresiva.

Poliquistosis medular renal

Las mutaciones se encuentran en los genes MCKD1 o MCKD2. Aquí también los riñones se presentan retraídos o atróficos y la sintomatología y la ubicación de los quistes son similares a la nefronoptisis familiar, excepto que es de evolución más benigna y aparece recién en la edad adulta.

Biología celular en la poliquistosis renal

Los mecanismos moleculares que se encuentran alterados en esta enfermedad son diversos y se describen seguidamente

· En los tejidos orgánicos, en los que se incluye el riñón, hay un equilibrio entre la proliferación celular y la muerte celular programada o apoptosis. En el riñón poliquístico, hay una persistencia de la apoptosis que lleva a la destrucción del parénquima normal. También hay una proliferación del epitelio renal que persiste después del nacimiento y se mantiene a lo largo del tiempo.

· Se ha demostrado que en la formación y proliferación de los quistes, el factor de crecimiento epidérmico (EGF) juega un papel importante Las células epiteliales de estos pacientes son especialmente susceptibles al EGF y además la expresión de este factor y sus receptores está aumentada.

· En la poliquistosis renal, la bomba encargada de la reabsorción del sodio (Na+/K+-ATPasa) está desplazada de su ubicación normal en el nefrón y esto altera su funcionamiento. Otras alteraciones a nivel celular son malformaciones de la estructura de la membrana basal, de la composición de la matriz intersticial, de los niveles de metaloproteasas y sus inhibidores y de la expresión de los receptores de integrina. Todas estas alteraciones contribuyen al mal funcionamiento del riñón poliquístico.

· Normalmente las células epiteliales del nefrón, de las cuales hay 15 tipos distintos, se encuentran altamente polarizadas, lo cual permite un ordenamiento de la distribución de enzimas, transportadores de iones, canales, poros, factores de crecimiento y receptores de matriz, logrando una función vectorial normal. En ambas formas de la poliquistosis renal, la forma autosómica y la recesiva, esta polarización está alterada.

Perspectivas terapéuticas

Se identificaron algunos factores genéticos que influyen sobre la tasa de progresión hacia la insuficiencia renal terminal de la poliquistosis renal autosómica dominante. Los pacientes con mutaciones en el PKD2 (tipo II) tienen una progresión más lenta de la lesión renal que los pacientes con mutaciones del PKD1 (tipo I). Las condiciones asociadas, como la hipertensión, también aumentan la gravedad de la enfermedad, posiblemente por la acción de genes modificadores y esto está sugerido por el inicio precoz de la insuficiencia renal terminal en los pacientes con la mutación PKD1 y polimorfismos de la enzima convertidora de la angiotensina.

Otro factor acelerador de la insuficiencia renal es la progresión de la fibrosis intersticial, aparentemente causada por varios factores, como la proliferación de fibroblastos, citocinas inflamatorias y agresiones tóxicas, traumáticas o alimentarias. Para la forma autosómica dominante de poliquistosis renal hay perspectivas posibles si se inhiben los receptores EGF de la tirosina kinasa. Los experimentos en roedores demostraron que el EGF promueve la formación de los quistes y esto determinó que se hayan desarrollado estudios clínicos en fase 1 y 2 en pacientes con poliquistosis renal. Estos pacientes están siendo tratados con inhibidores de los receptores EGF de la tirosina kinasa, para determinar si estas moléculas reducen el crecimiento de los quistes.

Aspectos destacados

¿Qué se conocía del tema?


El riñón poliquístico, más correctamente designado poliquistosis renal, es la principal causa de insuficiencia renal terminal y una frecuente indicación de diálisis y trasplante renal
La forma más común es la poliquistosis renal autosómica dominante.

¿Qué aporta el estudio?

Las respectivas mutaciones genéticas de cada tipo de poliquistosis
Los nuevos avances en las alteraciones de la biología molecular del epitelio tubular del nefrón.
Los pacientes con mutaciones en el PKD2 (tipo II) tienen una progresión más lenta de la lesión renal que los pacientes con mutaciones del PKD1 (tipo I).

¿Cómo se vincula a la práctica?


En el futuro la detección de mutación genética permitirá tomar medidas preventivas para retrasar la evolución de la enfermedad.
Para la forma autosómica dominante de poliquistosis renal existen posibles perspectivas si se inhiben los receptores EGF de la tirosina kinasa.